Hace sol, el agua está templada y soplan veintidós nudos del este.
Tu kite casi ni toca el agua y vas cada vez más rápido. Apuras hasta el último minuto.
Llevas la cometa a la máxima potencia y... ¡vuelas!.
Por unos segundos ves la Montaña Roja de El Médano boca abajo y cuando caes, sientes un subidón de adrenalina que recorre todo tu cuerpo.