Acaricias las crines de tu caballo y sientes en tus manos su movimiento, sereno y firme.
Cierras los ojos y escuchas el viento meciendo los árboles, los pájaros, los insectos…
Respiras el aire fresco, que huele a tierra y vegetación. Abres de nuevo los ojos y ves los rayos de sol que se abren camino entre las copas de los pinos.
Tu caballo mantiene el paso y sientes que la vida te rodea, que la naturaleza es capaz de despertar todos tus sentidos.